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Estudiar el episcopado de Mons. Tabera es en cierto modo descubrir en sus obras las huellas de su ministerio como pastor de la Diócesis de Albacete desde su creación en el año 1950 hasta el traslado como arzobispo a la sede de Pamplona en 1968. Sin embargo, para conocer una personalidad determinada, además de las obras exteriores, habría que acercarse al espíritu con el que fueron hechas, realidad que también incluye este valioso estudio, su pensamiento y su talante como pastor, porque de ahí se deriva todo lo demás. En esta clave se pueden entender los diversos capítulos de esta publicación, en los que se encontrará de una manera patente el espíritu de comunión eclesial, no sólo por su amor al Papa, sino también en sentido universal, a toda la Iglesia y, en concreto, a los diversos miembros de la Iglesia particular de Albacete, de cuya comunidad se siente principio de comunión dinámica y misionera.
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