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El pensamiento de un maestro, ya lo advirtió María Zambrano, es un aspecto casi imposible de separar de su presencia viviente. Más aun si, como José Prat, se ha revelado maestro precisamente en asignaturas que conmueven por lo que tienen de tasadas, de raras en este tiempo: la lealtad, la comprensión, la tolerancia. Todas ellas, brotes sosegados del pensamiento más alto de cuantos habitan en el hombre, el que se produce desde el orden y la claridad. Porque "se es claro cuando se está en claro consigo mismo " Entonces es cuando el pensar vivifica, hace de la vida más vida. Y el decir, entonces, transciende, envuelve el otro pensar, el del discípulo que escucha sin prisa, sin arrebato, impregnándose de tal generosidad, con fe en el maestro que habla. En estas conversaciones aflora permanentemente la extremada bondad del hombre tranquilo, del hombre sosegado en el que no hay fanatismo ninguno.
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