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Las órdenes religiosas, además de la iconografía católica general, eran creadoras de otra que respondía a circunstancias particulares de cada una de ellas. Los santos fundacionales, los miembros más destacados y emblemáticos, las apoteosis, las exaltaciones y las alegorías propias eran representaclones significativas y continuas en los monasterios de cada orden. La del convento de Liétor era una muestra de la iconografía carmelita, especialmente de la de los conventos de las pequeñas villas, y que pone de manifiesto, una vez más, que, pese a su austeridad, los carmelitas dieron importancia al arte.
No podemos hacernos una idea exacta del valor artístico del conjunto ya que sólo resta de él una pequeña parte. La que conocemos alcanza, en general, modestas cotas estéticas ya que hay pocas obras relevantes. Han desaparecido numerosas esculturas y muchos cuadros, especialmente las piezas que estaban en la residencia de los frailes. A esto hay que añadirle que tampoco ha llegado a nosotros la que debió ser importante biblioteca del convento (unos ochocientos volúmenes). Entre los libros, probablemente, —y como era habitual en otras casas monásticas de la Orden—, figurarían muchos grabados y entre ellos los de temática propiamente carmelitana.
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