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En el año 2005 se cumplió (aproximadamente, porque tampoco hay total seguridad sobre la fecha) el Quinto Centenario de su nacimiento, y merecía la pena dedicar un volumen de homenaje a Andrés de Vandelvira. Y valía la pena que se hiciera desde nuestra provincia de Albacete y desde la región de Castilla La-Mancha, a las que pertenece la ciudad de Alcaraz, donde nació el genial arquitecto. Sobre todo, porque hay una cierta creencia de que fue un cantero jiennense y andaluz, lo que no solamente nos priva del orgullo de un paisano ilustre (que sería lo de menos, desde un punto de vista artístico y científico), sino que empequeñece su figura al vincularla sólo a las que pueden ser sus obras más notorias y mejor conocidas. Y es que, como ya ha quedado patente en diferentes obras, y como quedará aún más de relieve después de este volumen, Vandelvira construye en su ciudad natal y en otras poblaciones de Albacete, Ciudad Real y Cuenca (donde llega a maestro de obras del obispado) incluso en Toledo, donde diseñará unas nuevas tribunas para el nuevo Hospital del Cardenal Tavera, tanto o más que en Jaén Baeza y Úbeda, y además a lo largo de toda su existencia, desde su juventud –casi su adolescencia hasta poco tiempo antes de su fallecimiento, y hasta después de muerto, pues sobre trazas suyas parece levantarse la famosa capilla del Bautismo, o de San Sebastián, de su ciudad natal.
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